Mi trayecto literario (1ª parte)
La vida da muchas vueltas y los proyectos que uno tenía en mente no siempre se materializan, mientras que, a veces, de la nada, surgen ideas nuevas que no se tenían planeadas. No es mi caso. Con 16 años ya sabía que quería escribir un libro que fuese mi seña de identidad y no he dejado de luchar por ello, aunque no siempre las cosas salen como uno piensa.
1999
Antes de ser escritor, fui (como es natural) lector. Leí muchos libros del “Barco de Vapor” cuando era niño y disfruté con muchos de ellos. En 1999, con 13 años, descubrí que me encantaba escribir e inventar historias. Disfrutaba en el instituto con las redacciones de temática libre e incluso conseguía atraer la atención de mis compañeros de clase si lo tenía que leer delante de todos.
Yo seguía escribiendo, ajeno a las posibilidades que otorga la escritura, solo por el placer de desplazar el bolígrafo sobre el papel cuadriculado de mi libreta. Llené la parte trasera de los cuadernos de clase con historias absurdas, repleto de faltas de ortografía y una carencia de respeto total con los márgenes laterales y superiores de la hoja.
A veces ya no sabía qué escribir. Cualquier excusa era buena y me vino en mente la idea de escribir un diario, hablándole a mi yo futuro los sucesos que eran mi presente, pero que, en algún momento, serían cosa del pasado.
2002
Apenas tenía 16 años cuando un amigo mío vio mis libretas repletas de palabras escritas de mi puño y letra. Quedó sorprendido y me preguntó que por qué hacía eso. Yo contesté que por placer, pero él me lanzó otra pregunta: “¿Por qué no escribes un libro?”
Ahí no dije nada, no supe qué decir, pero me gustó su idea. Mi imaginación siempre había sido desbordante y me encantaba escribir, podía contarle al mundo un sinfín de historias, pero, ¿qué podía yo narrar que fuera de interés?
2005
Ya andaba tras una historia que costaba darle forma hasta que con 19 años, tuve un sueño echándome una siesta en la que leía un libro escrito por mí, pero las páginas estaban en blanco. Yo podía entender de qué trataba y sabía que iba de brujas. Era bueno, era sencillo y era mío. Cuando desperté, justo al abrir los ojos, olvidé de qué trataba la historia, solo recordé que iba de brujas y un título que no voy a desvelar. Enseguida apunté ese título por temor a que también acabara olvidándolo. No sabía qué podía hacer solo con eso, pero enseguida comencé a desarrollarlo.
2008
Ya andaba dándole forma al mundo de las brujas y la historia que había desarrollado contaba con 150 páginas de lo que sería una novela de fantasía épica. Había encontrado mi camino y estas brujas serían mi seña de identidad como autor en un futuro. Llevaba tiempo escribiendo lo mismo y necesitaba hacer algo distinto. Despertó en mí una musa de inspiración cuando jugaba al videojuego Super Mario Galaxy de la Wii y desarrollé un cuento de una pequeña bruja con afán de conseguir una estrella para sanar a su madre enferma. Era corto y lo escribí por placer, no abarcó más de 6 páginas de Word y lo titulé “El cuento de la bruja de las estrellas”.
Todavía guardo el Mecanoscrito original con el que comenzó todo |
Me gustó lo que hice, enfocado a un público infantil y con una narrativa sencilla, así que preparé otro escrito un poco más juvenil que llevaría por título “La leyenda de la bruja de las esferas de cristal”, pensando en un tercero que sería un mito, abarcando una trilogía independiente entre el cuento, la leyenda y el mito. Esta segunda entrega estaba inspirada en Moisés y las siete plagas que sirvieron para presionar al Faraón y liberar al pueblo esclavizado.
2009
Ya estaba alistado en el ejército, realizando en curso básico de emergencias en Girona para salir como un soldado de la U.M.E. hecho y derecho, cuando me tuve que quedar arrestado por suspender un examen (6.85 cuando el aprobado es 7,00), además era mi cumpleaños y no podría ir a casa a celebrarlo. Un compañero, que también estaba arrestado, se me acercó mientras escribía en mi libreta.
“¿Qué escribes ahí?”, me preguntó. “Te he estado observando y te pasas horas en la cantina con la mirada clavada en esa libreta, escribiendo sin parar”.
Tuve que explicárselo, sin tener seguro si me tomaría en serio. Le dije que era una historia para un libro que quería publicar. A mi compañero le gustó la idea, pero entonces me hizo otro pregunta: “¿Y cómo funciona el mundo de la edición?”.
Yo contesté que no tenía ni idea.
“¿Por qué no pruebas con algo más corto? Un cuento, quizá. Así vas conociendo el mundo de la edición y te das a conocer”
La idea era buena y ya tenía un cuento que podía utilizar, pero era tan corto…
Haría falta ampliarlo.
Continúa en...
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