Cómo me convertí en Escritor Fantasma (a medias)
Cuando era más joven, conocí a un chico que también le gustaba escribir, pero no tenía la capacidad suficiente como para narrar nada de las ideas que le pasaban por la mente, aunque tuviera unos planteamientos muy sólidos.
Me contaba su aventura de fantasía oscura y los personajes que lo protagonizaban, pero aun así, él no sabía enfrentarse al papel en blanco.
Yo ya había publicado mi primer libro y me suplicó en diversas ocasiones que le escribiese yo el libro para él, pero renuncié rotundamente. Yo no escribo para nadie, solo para mí. O al menos eso decía, hasta que encontré la motivación de escribir “para otro”.
La sorpresa vino sola
Yo andaba vendiendo mi última novela, lanzada en 2020 (plena pandemia) cuando se presentó una oportunidad que no quise rechazar.
Por aquel entonces era panadero y trabajaba vendiendo y cociendo pan, detrás de un mostrador y atendiendo al público. Había lanzado una reedición de mi segunda novela y la estaba vendiendo en mi puesto de trabajo, con permiso de mi jefe, por supuesto.
Elaboré un anuncio en papel Din A4, imitando las técnicas de Copywriting. Lo puse en uno de los soportes donde solíamos colocar la carta de bebidas y lo exhibí en el mostrador donde se atendía a los clientes, junto con un ejemplar del libro y el precio de venta al público.
Conseguí vender bastante bien a pesar de la mala época, pero lo que no me esperaba es que uno de esos clientes que venían a comprarme el pan, sintiese interés por mi figura de escritor más que por mi obra.
Se presentó ante mí con el nombre de Benito Eufemia, estaba buscando un escritor que le escribiese un libro y no iba a contarme nada más, si le interesaba la idea, podía buscarlo por Internet, ya que se trataba de una figura pública, según él.
Eso picó en mí una curiosidad mayor de lo que esperaba, lo busqué por Google y apareció.
Encontré a un boxeador profesional, aparecía con los guantes puestos, descansando a un lado del ring. Otras veces aparecía aporreando un saco. Pero lo más llamativo, eran los recortes de periódico en los que aparecía en el titular, palabras como cárcel o condena.
Aquel hombre había cumplido una condena de 13 años, su carrera profesional se vio truncada por malas decisiones y otros asuntos. Ahora se había presentado ante mí y quería escribir un libro sobre su experiencia.
Conocía a gente del mundo de la televisión y la radio, del mundo de la farándula y productores varios. Como mínimo, debía sentarme con él y escuchar su propuesta.
Escritor fantasma, pero a medias.
Tenía su número de teléfono y le escribí. Quedamos para echar un café (¿Te lo has tomado ya conmigo?) y me explicó.
Había sido boxeador profesional, ducho en las artes marciales y deportista de élite. Estuvo seleccionado para los juegos olímpicos de 1992, en Barcelona. Había perdido a su padre cuando él era muy joven, obligándose a trabajar para mantener a una familia de madre viuda y cuatro hermanos en total, siendo él el segundo mayor.
Hizo lo mejor que sabía hacer por aquel entonces: trabajar de portero de discoteca, y lo hacía condenadamente bien. Se labró una reputación que hizo llamar la atención de más de uno, pero entonces, la Barcelona nocturna comenzó a seducirlo peligrosamente y acabó enfrascado en un asunto turbio que lo llevó a los tribunales.
Me contó que quería escribir un libro y poder transmitir un mensaje a los más jóvenes, pero también a los adultos. Quería expresar también lo que pensaba sin tapujos pero expuesto de una manera literariamente correcta. Me contó que ya había escrito un libro con anterioridad, pero no quedó satisfecho con el resultado.
Me trajo un ejemplar que guardo a día de hoy y enseguida pude ver los aspectos a mejorar si aceptaba encargarme de aquel proyecto.
En última instancia le dije que lo consultaría con la almohada, pero que era muy probable que acabara haciéndolo.
Cuando llegué a casa, comencé a planificar los proyectos que ya había iniciado y cómo podía añadir otro más. La verdad, no podía. Debía aprender a priorizar y aparcar aquellas ideas que todavía estaban en desarrollo o a punto de hacerlo. Administrar mi tiempo, que era bastante limitado. Por último, analizar los beneficios que podía aportarme este proyecto.
Tras consultarlo con varias personas, aquella nueva oportunidad se presentaba como uno de esos trenes que pasan una vez en la vida.
Le dije que sí, elaboré un contrato civil, con cláusulas que nos otorgaban libertades y limitaciones. Acordamos una asociación a partes iguales, ambos seriamos autores del libro y nos repartiríamos los beneficios. Firmamos aquel documento con copia para cada uno, y dio comienzo a un proyecto conjunto.
Esto me acababa posicionando como escritor por encargo, conocido como escritor fantasma, pero solo a medias.
Abordando un proyecto nuevo
Nunca había hecho algo parecido, aunque tenga los conocimientos de narrar historias y transformarlas en un producto vendible, aquella nueva frontera me sacaba de mi zona de confort. Lo cual está bien, porque se trata de ampliar la zona de confort o desplazarla, nunca “quedarse fuera”.
Estaba claro que aquí no podía ser un escritor de brújula, debía ser un escritor de mapa. Planificar, indagar, investigar, constatar información, etc. La labor que empecé a desarrollar era prácticamente periodística. Debía adquirir mucha (mucha) información antes de plasmarla sobre el papel. Incluso, realizar trabajo de campo. Eso significa, desplazarme a un lugar concreto con el fin de adquirir conocimiento práctico.
En una ocasión tuve que acudir a una discoteca donde trabajaba Benito, de madrugada. Me presentó a los miembros que componían la seguridad del local y al mismo director. La idea era pasar al despacho para tener una entrevista tranquila, libre del sonido y de la gente, pero la noche se complicó un poco y la entrevista la tuvimos que ejecutar en la calle. Estuve cerca de tres horas ejerciendo de observador. Analizando la situación que iba evolucionando a cada poco.
El libro se está planteando como un mapa de esquemas, donde añado las características de la novela: tono, ambientación, tipo, narrador, género, etc. Luego elaboro los personajes de una forma visual o práctica, una sinopsis detallada que responda a la pregunta de “qué estoy escribiendo” y empiezo a desarrollar la trama, ubicando cada capítulo en su apartado correspondiente (introducción, desarrollo, desenlace), con un breve resumen de lo que va a ocurrir de principio a fin.
Cuando tengo información suficiente, empiezo a escribir los capítulos, de forma que el acabado sea el borrador de la novela. Una vez escritos, añado una pegatina al esquema con un check para indicar hasta donde se ha completado el proceso.
Una novela todavía en proceso
Este proyecto está generando en mí el mismo fenómeno que sentí al escribir mi primera novela: me estoy descubriendo otra vez.
Como dije anteriormente, me ha sacado de mi zona de confort, y para adueñarme de este nuevo terreno, he tenido que aplicar otros recursos que no habría aplicado de haberme quedado donde estaba, haciendo siempre lo mismo.
Esto también ha hecho que cambie mi mentalidad a la hora de abordar cualquier proyecto, pensando primero por una planificación previa y elaborando un plan de acción detallado.
Esta novela aún tiene trayecto que recorrer todavía, y si no quieres perderte las novedades de este proyecto, suscríbete a mi blog para enterarte de las novedades. De este proyecto se publicarán entradas exclusivas para miembros. Suscribirse es gratis y puedes cancelarlo cuando quieras.