¿Sabes cuál es el primer videojuego que se inspiró en un libro?
En mi blog he hablado anteriormente de la novela Metro 2033 y cómo, curiosamente, su primera adaptación la hizo en forma de videojuego en lugar de una película o serialización. Por el momento, no tengo información de que (Metro 2033) vaya a dar el salto a la gran pantalla aun tratándose de un Best-seller.
Otro caso curioso es el de la saga de fantasía oscura, The Witcher. Que también dio su salto en la industria del entretenimiento electrónico, aunque en este caso, la culpa fue de su autor al malvender los derechos de su novela.
El caso es que existen más videojuegos basados en obras literarias de las que podrías pensar: Edgar Allan Poe, Lovecraft, Tolkien, H.G. Wells, J.K. Rowling, etc.
Pero la cosa no queda ahí, a veces la literatura ha tenido una fuerte presencia en los videojuegos, tanto para inspirar historias alternativas como Pinocho o Alicia, o al mismísimo rey mono: Sun Wukong, el cual hablaré en otra entrada porque bien merece la pena.
Hoy en día, los videojuegos han alcanzado un alto grado narrativo, tanto que necesitan escribirse guiones y diálogos. Antes, esto no era necesario. Los juegos eran pantallas en 2D donde brincábamos sin parar sobre bloques que flotaban en el aire sin necesidad de darle una explicación científica. No era necesario una historia ni dotar al juego de lógica. Sin embargo, eso no significaba que a su creador no le llegase la inspiración por algún lado. En 1978, un libro que hoy tiene más de 100 años, consiguió entablar las bases para un videojuego que marcó historia.
La inspiración llega leyendo
Hablar de videojuegos y Japón, es hablar de tecnología de vanguardia, grandes industrias, compañías exitosas y grandes franquicias. Pero el sector del videojuego no nació en el país nipón, sino que lo hacía en Estados Unidos, de forma casual y sin una visión de futuro muy clara.
Para cuando los juegos recreativos empezaron su auge, Taito Corporation, con sede en Japón, ya comenzaba a desarrollar los suyos propios. En la empresa trabajaba Tomohiro Nishikado, que había sido lector de un libro que le impactó enormemente: la guerra de los mundos.
El libro del autor inglés, H.G. Wells, describía una invasión extraterrestre en Inglaterra en el año 1898. En la historia, los invasores no podían soportar la gravedad terrestre y se valieron de máquinas para llevar a cabo sus planes de conquista, aunque «erradicación» y «terraformación» serían los términos adecuados para la novela.
Las máquinas extraterrestres eran de un tamaño superior al Big Ben de Londres y se sustentaban sobre tres patas. Trípodes de armazón reluciente que avanzaban lentamente entre los edificios de las ciudades, disparando un potente rayo de calor que achicharraba todo lo que tocaba.
Aquella visión dantesca y caótica de su autor impactó al desarrollador nipón que imaginó que si alguna vez la Tierra debía ser invadida por seres de otro mundo, lo harían en forma de calamar.
Bajo esta premisa de defensa planetaria contra oleadas de enemigos nació Space Invaders, un videojuego tan antiguo como mítico. Los enemigos tenían la forma de pulpos gracias a la influencia de “La guerra de los mundos”, una novela que me gustará explicaros en otra entrada.
Su creador se había inspirado anteriormente en otro videojuego que marcó tendencia en las salas recreativas: Break out. Aquel juego donde una bola rebotaba por las paredes del televisor y nos valíamos de una barra horizontal para devolverla y destruir las piezas en la parte superior del nivel.
Nishikado pensó que aquel juego era adictivo y estuvo ideando la forma de hacer de aquel juego, algo totalmente nuevo.
La novela de la guerra de los mundos le dio los enemigos pero, ¿y el protagonista?
Si te fijas en la imagen superior, el jugador no está manejando a un soldado disparando contra sus enemigos, más bien es un «algo» indefinido, y ello tiene culpa Star Wars.
La guerra de las galaxias se había estrenado en EE. UU. con impresionante éxito y Nishikado pensó que el jugador debía de ser un androide, debido a la reciente tendencia del cine. Un robot que se ocultaba entre unos parapetos a modo de búnker, mientras sus enemigos descendían lenta, pero decididamente, sumiendo al jugador bajo un estrés entre lo divertido y la premisa de una derrota inevitable.
Space Invader se lanzó para máquinas recreativas con un éxito tan enorme que comenzó a circular la leyenda urbana de que Japón se había quedado sin moneda de 100 yenes.
La compañía Taito Corporation logró superar la barrera de los 500 millones de dólares en beneficio, consolidando el juego como el primer mega hit mundial de la industria.
¿Sabías que…?
El creador de Space Invaders, Tomihiro Nishikado, juega a su propio juego, pero admite ser incapaz de pasar del nivel 2.
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